El retrato
cortesano del siglo XVI compendia buena parte de la historia del
occidente y en esto consiste su gran atracción sobre el espectador
presente. Asoma en este retrato el hombre moderno, renaciente,
consciente de su individualidad, pero aún anclado, para carga o gloria
suya, en el orden jerárquico milenario de la sociedad occidental, en
etiquetas y normas aún vigentes a pesar de su evolución.
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