El alzhéimer es la bolsa de hielos que no sabía dónde guardar Pasqual
Maragall. El huevo frito que hacía reír a Mary Carrillo. La
Internacional que no le sonaba a Jordi Solé Tura. La enfermera a la que
Eduardo Chillida confundía con Dulcinea. El «quién es Mariam» de Adolfo
Suárez. El Estambul de Tomás Zori. La motosierra de Leo Hernández. La
vuelta al mundo por Navalmoral de Béjar de la tía de Carlos Boyero. El
fuera de juego del futbolista Antonio Puchades. El silencio de Enrique
Fuentes Quintana. El París de Elena Borbón Barucci. El chándal azul de
Carmen Conde. El Cantando bajo la lluvia tres veces al día de Antonio
Mercero
Memorias del alzhéimer no se come, pero valgan sus líneas como
farmacopea contra un mal sin cura, una enfermedad que tiene a 800.000
españoles meciéndose en el líquido amniótico del olvido y a un sin
número de familiares agarrado a un álbum de fotos.
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